Una tecnología desarrollada por investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y de la Facultad Regional Venado Tuerto de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) permitiría lograr un aumento significativo en la germinación y el vigor de semillas de soja, así como en el crecimiento de las plantas y en el tratamiento de enfermedades, a partir de un método físico que hasta ahora no había sido probado en la agricultura, pero que ya mostró resultados significativos en el sector industrial.
«El cuarto estado de la materia (además de los tres más conocidos, líquido, sólido y gaseoso) se denomina plasma y se genera cuando aportamos energía a un gas. Nosotros realizamos diferentes descargas eléctricas a base de dos gases (oxígeno o nitrógeno) sobre semillas de soja y los resultados nos sorprendieron desde la primera prueba», explicó Karina Balestrasse, profesora de la cátedra de Bioquímica de la FAUBA e investigadora independiente del CONICET, quien está a cargo de las investigaciones.
«Logramos que germinara el 100% de las plantas y controlamos la totalidad de las enfermedades en semillas infectadas con fusarium. Además, aumentamos de manera significativa el crecimiento de las raíces, en cuanto al peso y la longitud», detalló. La tecnología podría convertirse en una herramienta fundamental para semilleros y productores que conservan sus semillas para las siguientes campañas y podría potenciarse con el uso de inoculantes desarrollados por los mismos investigadores.
Este trabajo de Balestrasse y su equipo mereció el tercer puesto en los Premios UBATEC 2015 a la Innovación e Investigación Aplicada en la categoría «Investigadores, Docentes, Graduados y Alumnos de la UBA», por la «Implementación de una tecnología innovadora para el control de patógenos y mejoramiento de la calidad de inoculantes en semillas de soja». El proyecto fue seleccionado entre un total de 123 trabajos presentados y recibirá 100 mil pesos para seguir adelante.
«Desde hace un año y medio venimos trabajando con Leandro Prevosto, del Grupo de Descargas Eléctricas de la UTN Venado Tuerto, donde tienen antecedentes en investigaciones de plasmas a altas temperaturas, que se utilizan en la industria. Con ellos avanzamos en el desarrollo de plasmas a bajas temperaturas, aplicadas a la agricultura», dijo Balestrasse al sitio de divulgación científica Sobre la Tierra.
Actualmente las pruebas con plasma se realizan en Venado Tuerto. Luego, las semillas tratadas se envían a la Facultad de Agronomía de la UBA, donde se examinan en el laboratorio del Instituto de Investigaciones en Biociencias Agrícolas y Ambientales (INBA), perteneciente a la FAUBA y el CONICET, con la colaboración de Marcelo Carmona, investigador de la cátedra de Fitopatología de esa facultad. «En septiembre probamos la primera tanda de semillas de soja infectadas con fusarium. Los resultados indicaron que esta tecnología no sólo permitía mejorar la germinación y el vigor de las semillas, sino también el control de patógenos», indicó la investigadora.
Los logros fueron auspiciosos: Lograron un 100% de germinación en semillas que originalmente poseían un 65% porque estaban infectadas con fusarium. Es decir que uno de los tratamientos había logrado revertir totalmente la enfermedad.
«Actualmente tenemos un protocolo estandarizado para fusarium, que sabemos que funciona. Y nos gustaría ampliar las investigaciones a otros patógenos y a otros cultivos», adelantó Balestrasse.
Y afirmó: «También estamos viendo a esta tecnología como promotor de crecimiento, porque notamos que, además de promover la germinación, incide en un mayor crecimiento de las raíces y las plantas en su conjunto. De hecho, en los controles se logró un importante incremento del peso de la radícula de cuatro días pos germinación, que fue de 0,02 hasta 0,1 gramo. Ahora estamos evaluando cómo evoluciona esa planta en condiciones controladas».
Próximas investigaciones
Hacia adelante, «otro de nuestros objetivos es entender qué composición tiene ese plasma. Porque sabemos lo que genera, pero no conocemos toda su composición, aunque suponemos que es una mezcla de electrones, ozono y radiación ultravioleta, entre otros elementos. También queremos evaluar posibles modificaciones genéticas que podrías aparecer, para descartar alteraciones», consideró la investigadora.
Mientras tanto, aclaró que esta misma tecnología ya se está aplicando en alimentos y que existen trabajos desarrollados sobre huevos, para controlar la salmonella, y sobre el tomate, por ejemplo. «Es una tecnología que de apoco se está introduciendo en el área de los alimentos. Pero es algo nuevo en el caso de las semillas de soja y no hay publicaciones al respecto».
Menos químicos, con inoculantes
El grupo de investigadores de la FAUBA también se aboca al desarrollo de inoculantes: «Proponemos una formulación nueva, con la inclusión de un producto fitoquímico que aumenta la velocidad de crecimiento del Bradyrhizobium, bacteria que posee una relación simbiótica con el cultivo de soja y promueve la fijación de nitrógeno».
«Encontramos un compuesto de origen natural, derivado de otra planta, que incrementa la fijación de nitrógeno y la velocidad de crecimiento de la bacteria. Pensamos que la acción conjunta del control de los patógenos y la mejora de la germinación, junto con la aplicación de un inoculante de formulación nueva, aumentaría la producción», dijo, y destacó que la implementación de estas tecnologías permitiría disminuir el uso de agroquímicos y su impacto sobre el ambiente.
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