Las malezas son el mayor problema que desvela a todos los actores que intervienen los cultivos. Cada vez más rebeldes, son capaces de producir pérdidas sensibles en la rentabilidad.
Por este motivo, resulta interesante conocer su origen. “Las malezas empiezan a ser un problema serio a partir de la década del 80. En aquel momento la agricultura se mantenía en alrededor de 15 o 16 millones de hectáreas, básicamente de la mano del trigo, maíz y unos pocos cultivos, como el girasol. También se daba el inicio del cultivo de soja”, cuenta a Infocampo Emilio Satorre, catedrático de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet.
Según Satorre, en ese período surgen los primeros planes de lucha. Menciona al plan piloto Salto contra el sorgo de Alepo o el de Rufino para el manejo de malezas de gramón. “En ese momento se toma conciencia que el enmalezamiento es un proceso lógico, que co-evoluciona como lo hacen los sistemas de producción. Entonces se trabaja para identificar cuáles son las señales o factores del sistema de producción que las malezas están detectando o identificando para favorecer su evolución, su persistencia y generar los perjuicios que ocasionaban sobre sistemas de labranza ocasional”, explica Satorre.
La introducción de los cultivos transgénicos y la siembra directa transformaron la organización de los sistemas de producción en el país. Poco después surgen los primeros inconvenientes de resistencia de malezas. Dice Satorre: “Las malezas problema nunca fueron controladas por el glifosato. Después, la resistencia a herbicidas, fundamentalmente al glifosato, muy de la mano de la expansión del uso de este tipo de tecnología, generaron una gran cantidad de malezas problema de hoy, muchas de ellas sumamente dificultosas y con controles muy onerosos”.
La mayor crítica sector pasa por su subestimación y el hecho que no se aborde en conjunto. “Si mantenemos la misma actitud tendrán mayor capacidad de generar más problemas antes que soluciones”, advierte. Estos procesos, dice, se pueden contrarrestar, pero no alcanza con voluntad solamente, sino también con “señales efectivas en distintos decisores o responsabilidades.”
“Algunas están fuera del campo del establecimiento, que tienen que ver con incentivos a la producción de determinados cultivos o cambios de tecnologías. Otras están dentro de la escala del productor o el tomador de decisiones del lote, que tienen que ver con el uso de distintos productos herbicidas y la incorporación de un verdadero esquema de manejo integrado para el problema de malezas”, amplía.
Su completa erradicación no se dará de la noche a la mañana. “Si creemos que mágicamente va aparecer una situación sencilla sería lo mismo que pasó con el glifosato. A los 12 años estamos con un reguero de problemas mucho más grave de los que teníamos”, avisa.
Cada vez más resistentes y en distintas variantes, Satorre recomienda un manejo contra malezas donde primen el criterio y la precaución: “Si querés ir por un camino lleno de piedras, estas son un problema.
Ahora, si estás dispuesto a rodearlas y tomar otros caminos, las malezas dejan de ser un problema. Bajo los sistemas de producción que tenemos en este momento son complicadas. Tenemos un reservorio de problemas enorme, dormido en el banco de semillas de nuestros suelos, esperando que cometamos algún error para despertarse y generarnos estos problemas”.
Por Agustín Monguillot, Semanario Infocampo
Ir al contenido original en: infocampo.com.ar