La campaña pasada dejó la vara muy alta en lo que respecta a la soja, con una cosecha récord de 60,8 toneladas y un rinde promedio de 3.180 kilos por hectárea. Cifras históricas que plantean el desafío a los productores de acercarse a esos números, aun en un año de muchos cambios a nivel nacional que influirán en el sector.

En este marco, se desarrolló la decimoctava jornada técnica de Don Mario Semillas, desarrollada en Rosario, que apuntó a encontrar caminos para acortar las brechas de rendimiento en el cultivo de la oleaginosa, ya sea a través del estudio de los ambientes, la genética, la fertilización o el manejo de la rotación.

Justamente, una de las disertaciones más interesantes fue la del Ing. José Luis Rotundo, acerca de “qué ambientes exploraron  los lotes de máximos rindes en soja”. A partir de una investigación de Crea Santa Isabel, ubicada en el sur de Santa Fe, Rotundo llegó a la conclusión de que una combinación de factores incidieron en estos  números históricos de la última campaña.

Por empezar, enseñó un resumen histórico de las últimas nueve campañas, analizando más de 3.000 lotes, donde el rinde promedio fue de 38 quintales, el piso de rendimiento de 28, y el máximo obtenido de 45 quintales por hectárea, este último concentrando el 20% de los lotes analizados.

Las cifras de la campaña 2014/2015 las superaron ampliamente. En los 300 lotes analizados hubo un promedio de 46 quintales por hectárea, un piso de 36 quintales y se llegó a alcanzar un techo de rendimiento de 51 quintales en el 20% de los casos, es decir, unos 73 lotes.

Justamente, Rotundo, investigador adjunto del Conicet en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Rosario, se enfocó en analizar las cuestiones ambientales en ese grupo selecto. “Eran ambientes superiores con buena genética, buena fecha de siembra y manejo nutricional adecuado, pero el papel clave lo jugó lo ambiental, lo que refiere a climatología. El 90% de esos lotes recibieron 600 milímetros o más de precipitaciones durante el ciclo de cultivo, en el período octubre-marzo, sin considerar el agua a la siembra”, afirmó el ingeniero a Infocampo.

La alta radiación, necesaria para el crecimiento, a la que estuvo sometido el cultivo fue otro factor clave que influyó en alcanzar altos rindes. Un informe de Inta Oliveros llevado a cabo por la Ing. Silvina Bacigalupo mostró el promedio de radiación de las últimas cuatro campañas según el estadío del cultivo: de emergencia a R2 anduvo en los 1.000 megajoules (MJ), de R2 a R5 en 800 MJ y de R5 a R7 en los 700 MJ. “La conclusión positiva es que a pesar de ser un año con abundantes lluvias hubo altos niveles de radiación. En todos los lotes que analizamos la oferta fue cercana a los máximos observados en la región”, destacó Rotundo.

La temperatura también jugó su papel. El rango óptimo fue de 20 a 23 grados en la tasa de llenado de granos, entre 20 y 26 para cuaje de frutos y entre 20 y más de 40 en fotosíntesis. “No tuvimos eventos de temperaturas extremas, lo cual permitió que todos los procesos que hacen al crecimiento y desarrollo del cultivo se manejaran en temperaturas cercanas a las óptimas. El ambiente térmico fue muy bueno”, concluyó Rotundo.

Otro factor en que hizo hincapié Rotundo fue en la captura de nitrógeno del cultivo. Se sabe, la soja absorbe nitrógeno a través de dos vías: el suelo y la atmósfera. En ese sentido, el 66% del nitrógeno total que tiene un cultivo proviene de fijación biológica, aunque Rotundo aclara que en el caso de lotes con alto potencial aumenta un 10%.

“La captura de nitrógeno es muy importante para generar altos rindes. En ambientes de máximo rendimiento, que superan los 5.000 kilos por hectárea, se requiere capturar más de 300 kilos de nitrógeno”, afirmó. “Tenemos que empezar a entender un poco más cómo es la captura de nitrógeno en el cultivo para maximizar los rindes. A medida que nos acercamos a los techos hay una importancia relativa de la fijación biológica para explicar altos rendimientos y altas capturas de nitrógeno”, agregó.

Además, destacó que hubo muchos casos donde hubo disponibilidad hídrica para alcanzar los 8.000 kilos, pero no se logró. «La hipótesis que manejamos fue por vuelco, principalmente a inicio del cultivo», admitió.

Leé la nota de tapa completa en la edición Nº617 del Semanario Infocampo

Por Agustín Monguillot, Semanario Infocampo

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