El cultivo de la colza es un  fenómeno curioso de la agricultura argentina. Tiene todo el potencial para triunfar, pero no termina de ser aceptada por el productor por su elevado nivel de riesgo.

El dato del Ministerio de Agricultura es determinante: apenas 56.000 hectáreas sembradas a nivel nacional en la última campaña. Algunos temen que incluso haya una disminución en la superficie de superficie de siembra para la 2015/2016.

Resulta una cifra muy baja, tratándose de la segunda oleaginosa en importancia a nivel mundial. Según un informe de la FAO del 2013, concentra el 13,4%  de la producción del rubro, detrás de la soja.  El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (Usda) proyectó para esta campaña una producción mundial de 68,46 millones de toneladas. Los principales productores son la Unión Europea, China, Canadá e India, que concentran más del 70%.
 
En Argentina rondó las 19.000 hectáreas, aunque a partir de 2006 hubo un aumento considerable a partir de la incorporación de la colza en nuevas zonas, especialmente Entre Ríos, y algunas áreas de Córdoba y Santiago del Estero. Llegó a alcanzar un pico de casi 120.000 ha en 2012, desde donde volvió a caer ostensiblemente. Hace ya algunos años (2006) que el Inta  retomó las investigaciones  sobre la colza, con el fin de  seducir a los productores describiendo algunos de los beneficios que brindan respecto del resto.

Por empezar, es una buena opción tanto para productores como para la industria, dado que la producción de aceite en Argentina se centra en culti vos estivales. En consecuencia, la colza, de ciclo inverno-primaveral, alimentaa la industria en momentos en que está ociosa y no se superpone con las otras oleaginosas. Además, en planteos de siembra directa permite realizar cultivos de segunda como soja o maíz, ganándole incluso días al trigo, y se adapta perfectamente a zonas exclusivas de cereales de invierno como el trigo, la cebada o la avena.

Vista la demanda que genera, Infocampo dialogó con especialistas y productores para entender los motivos por los que su cultivo no termina de volverse una opción.

Una apuesta riesgosa

Quizás, hoy el mayor obstáculo que tiene la oleaginosa es el grado de riesgo que detenta. Liliana Iriarte, técnica de Inta Barrow, cree que el problema está en ciertas limitaciones tecnológicas: “Encuestas realizadas a un importante número de productores muestran que los problemas se concentran en la etapa de implantación del cultivo. A partir de ese relevamiento creemos que debe ajustarse y mejorar la tecnología disponible para favorecer la implantación, que se constituye junto con la cosecha en una de las mayores preocupaciones del productor”.

En Argentina, las zonas de mayor producción de colza son la región pampeana (especialmente el centro-sur de Buenos Aires, donde se alcanzan buenos rendimientos), el norte bonaerense, sur de Córdoba  y Entre Ríos. En esta provincia funciona Krol, un pequeño emprendimiento que produce, envasa y comercializa aceite de canola, una variedad de la colza apta para el consumo humano.

«Cuando el trigo empezó a tener problemas de comercialización, empezaron a buscarse alternativas y  una fue la colza. Hoy se sembrarán  alrededor de 8.000 hectáreas», explica Cristian Heberlein, productor local y miembro de Krol.

Heberlein, que maneja un campo de 300 hectáreas, reconoce que el suelo no tiene los requerimientos ideales para la canola: «Son tierras muy arcillosas. Al ser muy chiquita la semilla, no tiene el poder energético para germinar. Por ahí sembrás, llueve y la tierra se plancha, lo que deja a la semilla sin capacidad de germinar».

Acá radica una de las mayores desventajas de la colza respecto de la principal oleaginosa, la soja. «La semilla es mucho más rústica y no es tan problemática. Es muy raro que se muera la planta por inundación o sequedad, a lo sumo baja el rinde», detalla.

Las variaciones del clima, el factor suerte, que se dio en los últimos años, la desalienta. «Está cambiando mes a mes, y eso en un cultivo tan riesgoso no sabés cómo te va a ir. En la agricultura, el éxito depende en un 50% del manejo y un 50% del clima. Vos podés hacer todo bien desde la implantación hasta la cosecha, pero te tiene que ayudar el clima, porque la colza es muy sensible», admite Heberlein, que en esta campaña optó por no cultivar la oleaginosa: «Necesita mucha rotación, no podés hacerlo dos años seguidos porque tiene enfermedades que quedan en el rastrojo».

El rinde óptimo

Dado que la colza necesita un consumo importante de nutrientes y fertilizantes, conocer cuál es el rendimiento necesario para que la actividad se vuelva redituable para el productor. Heberlein estima que que se necesitan unos 1.000 kg/ha para cubrir costos, y que si se consiguen entre 1.200 y 1.500 kilos se vuelve redituable.

Sacando un promedio de las últimas ocho campañas, a nivel nacional se obtuvieron 1.619 kilos por hectárea, mientras que a nivel provincial variaron bastante las cifras: 1.814 en Buenos Aires, 1.576 en Santa Fe, 1.471 en La Pampa, 1.439 en Córdoba y 1.378 en Entre Ríos. Según Iriarte, una colza bien manejada puede sacar un rendimiento del 50 al 60% del obtenido en el trigo.

Hay algunas cuestiones que deben mejorase para que la apuesta valga la pena. Iriarte, que realizó diversas investigaciones sobre la colza, admite que aún «se deben eficientizar los servicios fundamentalmente de acondicionamiento, almacenaje y transporte». Y concluye: “Argentina tiene todas las condiciones. Es la única oleaginosa de invierno que se está produciendo en el país. Como hay muy poca producción de lino, la conveniencia de la colza es muy grande para el país. Falta animarse y aprender”. Como sostiene el dicho, el que no arriesga no gana.

La difícil inserción en el mercado

Mucho se viene hablando de la situación económica que afronta el campo. En el caso de la colza se complica aún más su venta, dado que no posee un mercado fijo como la soja, trigo, girasol o maíz.

Para Heberlein es una desventaja: “Todo depende de cómo venga el año. Hoy se vende a 3.400 pesos la tonelada en el Mercado de Chicago. Por ahí a veces compra alguna planta como ACA, pero no mucho más”.

“Como pasó con todos los commodities, el precio es bajo. En esta campaña se promete un rango de u$s310 a 350 la tonelada”, estima Iriarte.

Por Agustín Monguillot, Semanario Infocampo

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