La puesta en marcha de la campaña fina no trae buenas predicciones. La baja en el precio del trigo y la suba de los costos que deben asumir los productores los obliga a apretarse en el presupuesto y buscar variantes.

Las proyecciones climáticas indican que este año se producirá el fenómeno Niño, lo que favorecerá la realización de un doble cultivo, ya sea trigo/maíz o trigo/soja.

En Corral de Bustos, Carlos Lauro administra un campo de 1.000 hectáreas. Destina 350 al trigo y en el resto siembra soja, además de hacer ganadería. “Pronostican una primavera media complicada para esta zona. Si llega a caer toda el agua que dicen, va a estar muy complicado”, cuenta, en diálogo con Infocampo.

Lauro cuenta que siguió apostando por el trigo para favorecer la rotación del campo. “Hacemos por mitades entre trigo, maíz y soja. Este año mantuvimos el mismo número de hectáreas, pero por ejemplo tenemos un vecino que tiene más de 1.000 hectáreas y decidió sembrar apenas 100 como para guardar la semilla”, detalla.

Admite que las dificultades comerciales que ha padecido el trigo lo afectan tanto a él como a los pequeños productores: “En nuestra zona, que es aria, conozco algunos que han desistido este año porque el valor del cereal es muy bajo y los costos de los insumos están muy altos. Y te digo productores que sembraban hasta 500 hectáreas”.

Corral de Bustos es un poblado perteneciente al departamento de Marcos Juárez, ubicado en el sur de Córdoba. «Esta es una zona en la que siempre anduvieron bien los cultivos. Los ánimos vienen por otro lado”, aclara, haciendo referencia a los inconvenientes ya citados.

“El precio está bajísimo. Si lo comparás con el del año pasado, tiene como 50 pesos menos de valor en pizarra nada más. Hoy está a noventa y pico de pesos y el año pasado había alcanzado un máximo de 205 pesos. Hay gente que tiene trigo guardado por dos años, lo estuvo aguantando y ahora está a mitad de precio”, detalla.

Una de las preocupaciones es que el rinde de indiferencia está por encima del promedio histórico. Ante este escenario, Lauro piensa algunas estrategias para restar gastos: “Primero tenés que tener respaldo, lo que sólo pueden hacerlo los productores grandes. Dos, el tema semillas: las guardás y vas usando. Además, poder sembrar con el equipo propio y no sembrar en campo alquilado. Le vas buscando la manera por algún lado”.

La expectativa pasará por los rindes que se obtengan. La campaña pasada alcanzaron un promedio de 50 quintales, un número interesante. “Pasando los 40 o 45 quintales estaríamos cubiertos, el resto es ganancia. También tenés que mirar para arriba y que te acompañe todo. Dios quiera que se consiga el más alto posible. Las fichas que se han puesto son un montón”, asegura.

Para esta campaña, Lauro utilizará los cultivares Biointa 3005 y SY 200, que “anduvieron muy bien”. Respecto de la fertilización usará unos 180 kg de urea y aplicará 100 kilos  por hectárea de fosfato. “Aplico en la totalidad del lote. El fosfato se incorpora con la sembradora y la urea se tira después del vuelo, o antes. Una parte la voy a tirar dentro de poco, que está anunciado una llovizna, así se estira y se incorpora con el agua”, explica, y admite que “hubo gente que no ha hecho nada. Sembró y tiró un poco de fosfato como para decir que le tiró algo. No todos le quieren poner porque el costo es altísimo”.

Las napas cargadas de agua es otro problema que complica, aunque esto no dificultaría la implantación del trigo. “Se hace un combo que te desanimás de todos lados”, lamenta Lauro, aunque aguarda por un repunte en la actividad: “Es lo que estamos esperando todos».

Por Agustín Monguillot, Semanario Infocampo

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