Sólo el paso del tiempo permite entender la relación por la que unos fenómenos son causa o efecto de otros. Esa es la piedra fundamental de la física y la lógica con la que, en 1975, Adolfo Glave –técnico del INTA Bordenave, Buenos Aires– inició una experiencia de larga duración destinada a generar información para aumentar y asegurar los rendimientos del trigo.
Hoy, 40 años más tarde, Hugo Krüger –investigador del INTA Bordenave, Buenos Aires, a cargo del ensayo de larga duración, tras el retiro de Glave– asegura que “una correcta sucesión de cultivos puede determinar, bajo labranza, sistemas productivos sustentables, al menos desde el punto de vista del balance de materia orgánica y los rendimientos”.
“Y, para esto, la rotación pastura-agricultura, prácticamente en vías de extinción en la región Pampeana, continúa siendo la más adecuada en ese sentido”, agregó.
Luego de cuatro décadas de análisis, el especialista concluyó que “la sucesión de verdeos de invierno asociados con vicia y seguidos de trigo presentan los rendimientos más elevados, sin respuesta a la fertilización” y la consideró como “la mejor alternativa para una agricultura de bajos insumos en una región con alto riesgo climático”.
Y agregó: “Las dos versiones de la secuencia verdeo de invierno-trigo se comportaron en forma diferente: la repetición de dos verdeos no modificó mayormente los rendimientos del trigo siguiente, en comparación con un solo verdeo como antecesor”.
Asimismo, la secuencia de cultivos produce efectos sobre la materia orgánica del suelo y, en este sentido, Krüger señaló que “la rotación pastura-trigo y la secuencia campo natural-trigo presentaron y mantuvieron los mayores contenidos de materia orgánica en el suelo”.
En contrapartida, el monocultivo de trigo bajo labranza mecánica genera rendimientos más bajos, en relación con otras secuencias de cultivos. Estos rendimientos mejoran con fertilización, siempre condicionada por el clima.
“Por sus bajos rendimientos y balance negativo de materia orgánica, el monocultivo de trigo con labranza y sin fertilización no es sustentable”, argumentó.
En referencia a la práctica de la fertilización, en niveles adecuados, el especialista explicó que “mejora los rendimientos y el balance de materia orgánica de este sistema, aunque puede incrementar el riesgo económico relacionado con la variabilidad climática”.
A su vez, subrayó la importancia de la selección de suelos adecuados al uso que se les piensa dar, ya sea agrícola, ganadero o mixto, por considerarlos un aspecto fundamental para obtener beneficios de estas prácticas de manejo agronómico. “En la medida en que las limitaciones de los suelos se incrementan, disminuye la eficacia de las prácticas”, explicó.
Krüger recordó los orígenes de la investigación que se realiza en la experimental desde hace 40 años y la describió como “una experiencia destinada a generar información para aumentar y asegurar los rendimientos del cultivo de trigo”.
“Este experimento, conocido como ´Ensayo de rotaciones´, intenta mantener al trigo como cultivo básico de los sistemas de producción, integrándolo en secuencias con otras especies para diversificar el sistema y aumentar la producción”, explicó.
El técnico de Bordenave destacó la importancia de estos experimentos al proveer registros extensos sobre el comportamiento de cultivos y propiedades del suelo, con tratamientos conocidos y estables durante largos períodos de tiempo, bajo el clima imperante, en suelos representativos y en situaciones de manejo específicas.
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